jueves, 18 de junio de 2009

A cuatro voces


Lo que quedó del debate



Anoche, en el programa “A dos voces” de TN, conducido por Silvestre y Bonelli, se presentaron a debate los candidatos a legisladores por la Ciudad de Buenos Aires representativos de las cuatro listas mejor ubicadas en las encuestas: Gabriela Michetti por el PRO, Carlos Heller por Encuentro Popular para la Victoria, Alfonso Prat Gay por el Acuerdo Cívico y Social, y Fernando “Pino” Solanas por Proyecto Sur. Los ejes del debate fueron tres: modelo nacional, modelo de ciudad, y seguridad.

Lo más notorio fue la visible incomodidad de Michetti, entendible si consideramos el doble rol que le tocó jugar. Mientras ella buscaba mostrarse como una candidata con propuestas, sus contendientes la obligaron a jugar el de defensora de la gestión del gobierno de la Ciudad. Justificada incomodidad, además, por su falta de contundencia para alternar entre ambos: la confrontación entre su discurso y los hechos que le señalaban no dejó bien parada a la gestión de la que forma parte, además de revelar la debilidad de su información sobre los aconteceres de la legislatura. Por ejemplo, propuso en varias ocasiones la realización de acciones que ya se están desarrollando y la conformación de equipos que ya existen. Ante el consiguiente señalamiento por parte de sus compañeros, su respuesta se repetía: “por eso, qué bueno que estemos de acuerdo en esto”. No pudo, en cambio, dar respuesta alguna cuando lo que quedó revelado fue su desconocimiento sobre la ejecución del presupuesto. En fin… la falta de solidez para sostener sus propias propuestas, que intentaba disimular con un discurso cargado de lemas, se hacía cada vez más evidente en el rictus de su cara.

A Prat Gay, por su parte, no le tocó lidiar con las incomodidades de Gabriela, pero tampoco logró destacarse. Lejos explicitar los proyectos que en concreto se propone defender en el congreso, puso el foco en criticar las gestiones de los gobiernos municipal y nacional. Terminó acusado por Heller de hacer “terrorismo barato” por sus dichos acerca de la presunta actitud confiscatoria del gobierno nacional, el que también se propondría la estatización de bancos privados. Heller descalificó, además, sus acusaciones en torno de posibles fraudes en las próximas elecciones, tildándolas de la excusa que esgrimen aquellos a quienes les va mal en las encuestas. Como si fuera poco, Pino le (y nos) recordó su paso por el Banco Central y la Banca Morgan. Lástima que le haya tocado a Alfonso defender al Acuerdo: no mostró la autoridad política de Ricardo Alfonsín y de Margarita Stolbizer, ni el carisma de Lilita Carrió.

¿El más didáctico? Carlos Heller. A pesar de las sonrisitas sarcásticas y la búsqueda de miradas cómplices de Gabriela, el recurso de sostener sus argumentos con la presentación de recortes periodísticos fue –por lo menos- eficaz. Un giro curioso: eligió que fueran de Clarín. Demostró buen dominio de la información, y una impresionante capacidad de anticipación de los argumentos que presentarían los otros representantes, especialmente Michetti, quien en más de una oportunidad habrá deseado que cayera un rayo del cielo y le partiera los cartones al medio. No dejó argumento de su colega en pie.

¿El más apasionado? Solanas. Su defensa del medio ambiente y su discurso en contra de la entrega de recursos estratégicos del Estado no tuvo fisuras. Su explicación sobre la noción de área metropolitana y las propuestas para la democratización de sus instituciones fue tan clara que dejó a los demás en la deslucida posición de repetidores de lo que él ya había dicho.
Sobre este punto no puedo dejar de señalar, por su lugar en la gestión, la devaluada concepción de Michetti, para quien la ciudad es “un sentimiento de estar juntos, porque nos daría miedo estar solos”, por lo que enumera una serie de lemas vacíos de contenido relativos a mejorar la salud, la educación, la cultura, la seguridad y la recuperación de los espacios públicos, a los que concibe como un mero lugar de tránsito y no como sitios de reunión y participación. Ante estas palabras, Heller le señaló que su equipo, al asumir, se jactó de haber trabajado cinco años preparándose para el gobierno, y que aún así no concretó sus propuestas, y sólo mostró improvisación, burocratización y aumento de impuestos como estrategia de financiación. “El problema de esta gestión –agregó- es la ideología, que es privatista”. “Y antipública” acotó Solanas, acotación que sostuvo con el ejemplo del veto de la ley de fabricación de medicamentos genéricos. La defensa de Gabriela fue que la discusión sobre lo público y lo privado es superficial y está superada; para Pino, en cambio, el debate no está cerrado. ¿Entenderá Gabriela que, si son falsos opuestos –como los define- no lo son porque puedan sintetizarse en lo mismo, sino porque son conceptos complejos que se refieren el uno al otro y deben ser abordados en conjunto para ser comprendidos y para mantenerlos en equilibrio? ¿Y comprenderá que en política los valores no se resumen a la eficiencia, la eficacia y la efectividad (como en el neoliberalismo) sino que deben subsumirse al de la relevancia? No creo. De la misma manera en que sí creo que, en el fondo, tampoco comprendió qué le cuestionaba Solanas.

Al final, ¿qué quedó?
Para Gabriela todo parecería resumirse en que “va a estar lindo” trabajar juntos, y “va a estar bueno” Buenos Aires. Palabras simples, llanas, de un lenguaje ramplón… ¿evidencias de un pensamiento también simple, llano y ramplón? “Tenemos un plan”, habría dicho su compañero De Narváez. Lo que no tienen, según parece, es un proyecto.
Alfonso insistió, en su síntesis final, que todo se trata de ponerle límites a Kirchner, y duda de que puedan hacerlo otros. ¿Un contagio de cierta visión mística de Lilita? Una pena… con tanta otra cosa que se le podría haber pegado.
Carlos, concreto, invitó a rever lo hecho en estos seis años, en una larga lista lo enumeró, y propuso renovar el voto.
Fernando se lamentó de que no se hayan respondido sus acusaciones, sobre todo las relativas a la entrega de los recursos estratégicos. Y sí, Fernando, ¿pero qué te iban a decir? Para ninguno hubiese sido prudente arrojar esa piedra.

Al terminar, mientras los otros tres aplaudían más o menos sonrientes, una Gabriela cabizbaja se sacaba los micrófonos. Un Alfonso (¿rencoroso?) le estrechó la mano a Pino, pero besó a Carlos y Gabriela. Y Solanas, genio y figura, repartió apretones de manos –sin beso- a todos.
El zoom se alejó. Lo que sucedió a partir de ese momento ya es otra historia.