martes, 30 de junio de 2009

La emergencia sanitaria que -por ahora- no fue


El sábado pasado publiqué una nota sobre "lo que la gripe porcina nos está enseñando". En ella, manifestaba cierta esperanza respecto de que el lunes 29, al otro día de las elecciones, se declarara la emergencia sanitaria. Algo que, por ahora, no ha pasado.
Después de una semana en que el Comité de Crisis fue convocado al menos dos veces, a pesar de lo que no se reunió, y del portazo nada sorprendente de la ministra Ocaña, el Comité finalmente se juntó, invitando a un grupo de "especialistas y notables". Y a la noche, presidida por el ministro Massa, se dio una conferencia de prensa con los resultados de sus negociaciones.

¿Negociaciones? ¿No habré equivocado el concepto, y debería haber escrito "acuerdos" o "consensos"? La verdad es que no me parece... lo que escuché me sonó a "negociaciones". Si hubiese habido acuerdos, las medidas habrían sido coherentes con los reclamos que los especialistas habían hecho ante los medios a lo largo de toda la semana. No se habrían pronunciado semejantes tibiezas después de las explosivas declaraciones que se venían haciendo. Tal como concluí en la nota de referencia, lo que sigue estando claro es que los tiempos políticos son diferentes de los tiempos de la salud.


El ministro Massa se encargó de dejarnos claro que una emergencia sanitaria no es otra cosa que una herramienta administrativa, herramienta que permite destinar fondos para la compra de insumos, reorganizar el sistema de salud, destinar recursos humanos... En fin, quedó claro que la entiende como una herramienta para mejorar la eficiencia.Sin embargo, la eficiencia no alcanza. Debería buscarse la eficacia y la efectividad para evitar más contagios -o reducirlos-, más que la eficiencia en la atención de nuevos enfermos. Y para eso, hacen falta medidas más agresivas. Hace falta tener una idea de cómo vive la gente, para saber cómo se contagia.


No es casual que la mayor cantidad de casos se concentre en el Conurbano Bonaerense, y derrame sobre la CABA (ilustrativa metáfora de la verdadera teoría del derrame). Miles de personas suben a un colectivo cerrado en José C. Paz para, después de dos horas y media hacinados, llegar a Constitución. Millones atraviesan el conurbano en trenes igualmente abarrotados para llegar a distintos puntos de la ciudad. Y así cada día... y así vuelta al atardecer.Por otra parte, parecería que se esperará para extender en dos semanas las vacaciones de invierno, a que lleguen a las escuelas unos cuadernillos que -supuestamente- evitarán un retraso en los aprendizajes. Sin embargo, en las escuelas hace ya más de un mes que los aprendizajes están retrasados, porque el ausentismo de docentes y alumnos ha roto con los porcentajes históricos. Caminar hoy por sus patios y transitar sus aulas da una idea real de la dimensión del problema: las enfermedades respiratorias los han vaciado.


El problema no son los patios de comida chatarra, ni los shoppings, ni los cines, ni las canchas. Por esos lugares, también transita la posibilidad de contagio, pero en medida ínfima. El problema no estuvo en las colas de espera para votar, porque aunque por allí también transtitó la posibilidad de contagio, también fue mínima. Mínima en comparación con los lugares que transitan los habitantes de este conurbano a diario: sus medios de transporte y sus escuelas. Por eso, toda medida realmente efectiva, debe considerar -sobre todo- la evitación de contagio en estos lugares.


Quizás, en definitiva, todo se trate de diferir la decisión para dentro de una semana, de modo que no parezca tomada bajo la presión de la opinión pública. Una estrategia que parece bastante común en esta gestión de gobierno. Sin embargo, algo debería haberse aprendido del revés del domingo. No son los mosquitos, ni los porcinos, ni la gripe los que hacen temblar a los gobiernos. Lo que los hace temblar es la sensación de la gente de no estar siendo considerada.Me gustaría ver cómo se justificarán los contagios que se produzcan durante esta semana, y las muertes derivados de ellos. Porque, en este caso, la espera, la negligencia y el abandono de personas van de la mano.Y porque, si bien es cierto que las tasas de mortalidad no justifican considerar a esta "influenza a h1n1" como una enfermedad mortal, también es cierto que más enfermos significan más muertos. Y que, enfermos evitados, significan muertes evitadas.